Richard Sennett a lo largo
del libro nombra a varios pensadores que tienen teorías relacionadas con la
nueva cultura. Uno de ellos es Zygmunt Bauman y su concepto de modernidad
líquida. También Karl Marx y su anhelo de lo rural frente a la inestabilidad
material y mental en la industria, el mundo desenfrenado de las finanzas y la
migración de los trabajadores. Richard Sennett expone dos tipos de
organizaciones sociales: el capitalismo social militar y la pirámide weberiana.
Establece una comparación entre la política moderna y las marcas. Caracteriza
la política como pro-empresarial, de inclusión social y ambivalente en cuanto a
la inmigración. Pone como ejemplo los parecidos entre los partidos de Ronald
Reagan y Bill Clinton en EEUU, que únicamente resaltaban las diferencias.
Afirma que no existe una confianza en la clase política y aquí entra en el tema
del progresismo dando su opinión. Para él una buena organización política
progresista se basa en un proyecto común de los ciudadanos. También cree que un
Estado progresista debería pagar a quienes cuidan a los ancianos o las madres
que cuidan a sus hijos, ya que a su juicio se confunde la utilidad doméstica
con el altruismo. Y argumenta que la cultura moderna no es progresista porque
el interés es individual en vez de colectivo, por la forma de modelar el tiempo
o por la pasión por el consumo.
A lo largo de la lectura es fácil
sentirse identificado con las personas o situaciones que el sociólogo describe,
pero que quizás no nos paramos a analizarlas fríamente en nuestro día a día.
Por ejemplo en el tema de la potencia, siempre queremos comprar cosas sin
límites, aunque luego no lo vayamos a usar (coches, ordenadores, ipod…). Y no
nos paramos a pensar en que hace años se vivía con unos zapatos, y si se
estropeaban se llevaban a arreglar, pero nunca se tiraban. Este espíritu
consumista es algo demasiado normal en nuestras vidas. Al igual que todo lo que
describe, la movilidad en el trabajo, la capacidad para adaptarse de un puesto
o a otro. Hoy en día las carreras universitarias tienen varias salidas
profesionales, no salimos preparados para hacer una determinada tarea. Y todo
esto nos lo venden como libertad de elección. Podemos decidir qué hacer con
nuestra vida, dónde trabajar y qué comprar. ¿Pero es verdaderamente así o
estamos subordinados a esta sociedad moderna en la que creemos que somos libres
pero no lo somos? Para Richard Sennett el trabajo, el talento y el consumo no
dan la libertad y él cree que “tal vez la rebelión contra esta cultura
debilitada constituya nuestra próxima nueva página de la historia”.
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